Esta es una imagen que bajé de Internet. A mí, el clima, se me cagaría de la risa en la cara.
Amaneció nublado, algo que no me sorprendió siendo las 7am. Esperaba que el micro de la excursión me pasara a buscar alrededor de las 8am…y pasó, pero no a buscarme. Sino que lo vi seguir de largo desde el hall del hostel. Decí que me levanté con tiempo, ya conociendo la puntualidad Kiwi. Así que le pedí a la chica de la recepción que se comunicara con la agencia de turismo. Al parecer no me venían a buscar como me dijeron en la agencia de Auckland, sino que tenía que irme hasta la agencia que quedaba a 3 cuadras.
- Yo que vos me apuro – me dijo la chica del a recepción – el micro sale en 5 minutos.
Así que corrí.
Llegué pidiendo cambio y, encorvado, le dije mi nombre al chofer. El cual, por supuesto, le tuve que repetir porque “Leandro” es un nombre complicado en las tierras anglo.
Me senté placidamente contra la ventana. En la siguiente parada subiría una familia de asiáticos. La madre con la nena de 2-3 años se ubicarían detrás de mí y el padre a mi lado.
Lo primero que empecé a sentir en el viaje eran las patitas de la simpática nena contra mi espalda. Luego empezó a cantar y la madre aplaudía. En cuanto el micro tomó velocidad y las curvas y contra curvas empezaron a hacerse notar, la nena se calló. “Era hora pendeja!” pensé.
De golpe empiezo a sentir un “aghhhgghh…gghhraahhh…”, seguido de líquido golpeando contra una bolsa y una respiración fuerte. Y la puuuuutaaa me estaban vomitando en el asiento de atrás! Traté de concentrarme en el paisaje…lo miraba fijo…pensaba en minas en bolas corriendo por las praderas de dicho paisaje… (bueno loco, cada uno imagina lo que quiere)…pero ni eso era suficiente. Cuando giro la cabeza para ver de reflejo que el vómito no me llegara, me di cuenta que no era la nena la que estaba vomitando, sino la madre!
Minas…más minas!!!!...La pradera parecía una publicidad de Axe, hasta en toples venían algunas…y no va que toooodas las hijas de puta empiezan a vomitar también!
Cerré los ojos…chongos aceitados aparecieron en mi….decidí que prefería ver las minas en bikini vomitando.
Al cabo de un rato la cosa se calmó. La china había terminado de recalentar los fideos en la bolsa, y las chicas volvían a sus casas, pálidas.
El cielo que no se despejaba.
- Bueno, vamos a hacer una parada en el próximo pueblo – anuncia el conductor – ahí, para los que no tienen, pueden comprarse camperas de lluvia baratas. Parece que hoy las van a necesitar.
Yo tenía campera de lluvia…en el puto placard del hostel! Ni en pedo iba a gastar ni un centavo más. Mi super campera universitaria modelo 94 tendría que bancársela.
Paramos en el puebo, pero no se asomó ninguna gota.
- Así me gusta – dije señalando al cielo encapotado – nada de boludeces, tamo?
El viaje continuó y creo que mis comentarios no le cayeron muy bien, porque a los 5 minutos empezó a gotear.
Hicimos un par de paradas más y el cielo me demostró su calentura también con viento frío.
- Dale, macho, era una jodita! Si sabés que ta todo bien con vos.
Ya la había embarrado. Hacía malabares para sacar fotos y secar la cámara rápido.
Camino a Milford
Arribamos a Mildford Sound, donde tomaríamos un catamarán que nos llevaría a recorrer. Se acuerdan de la primera foto que vieron? Yo encontré esto:
El barco zarpó y con él la lluvia se intensificó. Dentro del mismo decidí que era mejor sentarme y comer mi almuerzo. A través de las ventanas no se veía más que a 2mts de distancia, encima distorsionados por el agua que corría a través de ellas.
Anuncian por altoparlante cierta parte característica del lugar. Así que muchos salimos a su encuentro. El fríiiio que hacía, sumado al agua que arremetía sobre la popa del barco (o proa? Bueno, la parte de atrás, siempre me confundo). Por más de que estaba techada, depende del lado que te pusieras te iba a cachetear el viento y la lluvia o estarías medianamente a salvo.
Aún así algunas fotos pude sacar. Me copé y llegó un momento que se me acabó el rollo! Suerte la mía que había formateado la otra antes de empezar el viaje.
En una anuncian de que el barco iba a entrar en aguas abiertas y que íbamos a tener un poco de “rock and roll” (así lo anunció el capitán). Más que rock and roll estábamos en el samba del parque de la costa! Qué manera de zamarrearse para todos lados! Recuerden que la mayoría (por no decir todos) habíamos almorzado hacía 15 minutos.
Y fue así que la segunda asiática cayó. Pálida como una hoja, yacía afuera, sentada al borde de la escalera que conducía al techo (lugar que, en otras condiciones climáticas, nos encontraría a todos con nuestras máquinas en mano).
Yo decidí no subestimar la situación. Aunque había sido precavido y había comido solamente un “sanguchito".
La travesía continuaba y ya nos estábamos acercando al final cuando me puse casi de rodillas implorándole al tiempo que mejorara, aunque sea un poquito.
- Te juro que te entrego a mi hermana (pero no vale devolverla, eh!). Y de combo te lo quedás a Johnny también.
No sé si será que al clima le gustó la oferta o se asustó. Pero la lluvia cesó. El viento poco a poco se iba calmando y pudimos, justo 5 minutos antes de que el barco volviera al puerto, ir al nivel superior para disparar a mansalva nuestras cámaras.
Este boludo que se me puso enfrente! Salí padre! Dejá ver la catarata, querés?!
En fin. Así ha sido Milford Sound. Lamentablemente no tan espectacular como te prometen las fotos, pero no obstante, no deja de sorprender. Ahora, si me disculpan, vuelvo a mi posición contra la ventana, las chicas me están saludando desde los pastizales.
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