viernes, 2 de octubre de 2009

El casi [cuento sin monedas II]


Era un tipo muy interesante. Podría haber sido la personalidad más grande del siglo, te diría, pero no lo fue, porque toda su vida fue un "casi". La teta de la vaca que falta. Esos 10 pal peso. La gota que nunca llegó para revalsar ese vaso...

Vivía en un modesto departamento monoambiente que parecía una madriguera. Era tan chico que la cama (de casi una plaza, porque tenía más el tamaño de una cama para chicos) se rebatía para poder armar la mesa tipo camping con 2 banquetas de plástico que guardaba debajo de su escritorio cuando no las usaba. La pila de libros y revistas en los estantes amenazaba con colapsar en cualquier momento. El kitchinet, con su única hornalla y minúscula pileta, servía a la vez de placard bajo la mesada. Arriba reposaba el TV de 10" casi a color, sino fuera por el tubo gastado. Tenía una ventana...que daba al pulmón del edificio, así que de luz, ni hablar, menos aún porque se encontraba en el piso 7 de 20. Al cual el ascensor salteaba por un desperfecto técnico que el consorcio nunca se molestó en reparar, ya que, era el único piso con 2 departamentos, el de él...y otro en remate judicial hacía 10 años: inhabitado, por supuesto. Así que todos los días iba hasta el piso 8 o 6 y luego escalera.

Estuvo a punto de casarse, hace poco, él estaba en el altar y todo...el problema surgió cuando la novia, camino a la iglesia, encontró el amor de su vida en el chofer del remis que la llevaba y nunca llegó.

Un tipo muy aplicado en el colegio, la única materia que lo tenía de hijo era educación física, 5 años consecutivos se la llevó. Su boletín, de todas maneras, impecable, todos nueves. Me contó cómo una vez le pusieron un 10 en matemáticas, pero la profesora lo borró porque, si bien tenía toda la ecuación perfecta, se había olvidado de poner el resultado. La vez que iba a ser abanderado amaneció con sarampión y no pudo ir al acto. Uno de esos casos únicos lo llevó a tener un rebrote un día antes de irse de viaje de egresados. Aunque los compañeros, muy amables, le dieron una copia de la tradicional foto grupal en el Llao-Llao con su foto pegada...le reemplazaron la cabeza al San Bernardo.

Jugaba religiosamente el Quini, y un minúsculo cuadro colgado al lado del reloj de pared lucía flamante un billete. En el '89 casi se convierte en millonario, a no ser por el último número: En vez de 23 salió el 22.

Estuvo por mudarse, había ahorrado casi por 10 años, cuando lo agarró el corralito y la bendita pesificación.

Desde hacía 19 años trabajaba en la misma compañía. Él era contador, aunque gozaba, desde aquel entonces, del mismo puesto de asistente administrativo (un che-pibe contable). Fue un día que el mismo presidente y fundador de la empresa lo mandó a llamar. Este lo felicitó por su trayectoria, le dijo que le iba a subir el sueldo y a ascender. Se despidió con un cálido apretón de manos mientras el jefe mandó a llamar a su joven y sensual secretaría para ultimar los detalles, él se retiró contento de la oficina...esa misma tarde encontraron al viejo pálido como un papel. Los datos forenses indicaban: "paro cardíaco ocasionado por consumo de píldoras para la virilidad". (Qué viejo fiestero...)

A pesar de todo era un tipo más que optimista. Te contaba esto como quien cuenta los logros exitosos a lo largo de una vida. Me caía muy bien, la verdad. Eramos casi íntimos. No lo vi más desde aquel día de su "boda"...y bue, yo qué culpa tengo de ser un remisero canchero, no?...

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