White Island - De la oscuridad al abismo (día 2 de 3)

Volviendo de Takapuna en el Ferry me encuentro con una argentina (misionera muy bonita, por cierto), labura en turismo y hace 3 años que vive acá. Le comento cuales eran mis destinos y me recomienda, en Rotorua, hacer White Island, y si podía, que lo hiciera en helicóptero.

Buscando en el librito de la agencia de buses que tengo donde figuran actividades para hacer vi que el viajecito en helicóptero costaba unos 450NZ (algo de 230U$)…no era para mi, estoy intentando ahorrar. Peeero, ete aquí que encontrándome en Auckland con una suiza muy copada que conocí en Hokianka, me dijo que ella lo había hecho vía lancha, que si bien era caro, no me iba a costar tanto.

Así que lo primero que hice a llegar a Rotorua fue averiguar por tal excursión. No es taan barata de todos modos, pero calculé que iba a valer la pena.

Luego de un viaje de 1.30hs en combi, donde habíamos sólo 2 personas, me depositaron en la embarcación que nos llevaría a destino. 

Zarpamos. La dama de los mares nos agasajaba con su figura. El día estaba nublado y la proa complicada por las sacudidas que pegaba el barco. Más aún porque salpicaba, cosa que, entre el viento y agua, el frío se ocupaba de arroparte a cachetazos.

A eso de hora de viaje empiezan a aparecer delfines. Lo cristalino del agua dejaba ver sus movimientos mientras nadaban. Todos conmocionados, pelamos cámaras, obviamente!

[CHIC chic CHIC chic CHIC chic!!!] Eran como si 100 cámaras se disparasen a distinto tiempo y todas tuvieran eco. El capitán disminuye la velocidad casi a 0. Los delfines iban y venían. Casi sin prestarle atención por la emoción, el motor del barco ratea un poco y se para. Ni la menor importancia. El capitán intentó arrancarlo un par de veces y nada. 

[PUUUM!!]

Una explosión del motor y humo que salía de abajo. Nada que alarmarse (fue la 2da sensación que tuve. La primera no fue tan serena), el barco estaba recontra equipado, con mil radios, radares, etc. Se escucha la voz del capitán por el parlante de que no nos preocupemos que iban a revisar el desperfecto. Mientras tanto los delfines, asustados, se alejaron por completo. El capitán, ya caliente, revisaba el motor con uno de los asistentes de abordo. La calma que había en el lugar parece que volvió a atraer a los delfines. Uno, otro y otro y más y más, eran cientos! Una manada entera empezó a rodear el barco dando vueltas en círculos….mientras unos iban en sentido horario, otros lo hacían en contra. Las cámaras otra vez estallaron. Los nenes estaban alborotadísimos viendo el desfile espectacular que nos brindaban nuestros amigos. Parecía nado sincronizado. Envolvían al barco mientras éste, por la marea, iba girando lentamente. Hasta que, como asustados, se alejaron de nuevo a toda velocidad. Qué podría haber pasado? El motor seguía en silencio, ningún ruido o movimiento raro había provenido de nosotros.

Un poco desorientados, vemos que alguien señala a lo lejos:

- Miren ahí!

Una sombra se acercaba. El capitán miró de refilón, volvió a mirar y salió de sus trance quedándose atónito. Al ver la reacción del mismo todos callamos. Grande, enorme, se dirigía a nosotros y nadie se atrevía a siquiera moverse. Los chicos empezaron a cuchichear, las mujeres buscaban respuestas en sus hombres y los hombres sólo podían mirar fijo al objeto.

Ahí estaba…el coloso de los mares….La ballena pasó por debajo de nuestra embarcación. Su sombra parecía la de un interminable tren carguero: Lenta, constante, imponente, nos atravesaba. Las aguas parecían rugir como un gran motor. Ni una cámara se disparó, era un momento inmaculado. No sé si habrá sido el miedo a que emerja y nos hunda o el respeto mismo que nos inspiró comprimiendo nuestro aliento. 

El titán se perdió de repente en sus dominios y no volvimos a saber de él. 

El motor arrancó y continuamos camino.

Claro, también podría haber contado que me dormí la hora y media de viaje de ida, y que los delfines aparecieron en mayor cantidad a la vuelta. Aunque los muy hijos de puta casi ni saltar querían (igual, realmente, estuvo buenísimo). Pero para qué, si quiero que vivan mi viaje como lo vivo yo.

De una forma u otra, arribamos a White Island. La Isla Blanca no es, ni más ni menos, que un Volcán en actividad. Nueva Zelanda se caracteriza por ser zona volcánica y de terremotos. Muchos terremotos tienen q ver, justamente, por su característica volcánica. En diferentes puntos del país, más que nada en el centro de la isla norte, justamente en Rotorua, hay varias termas, también Geisers. Es más, el chofer de la combi nos contaba que los sismos son comunes en NZ. Las casas están todas construidas anti-sismos y que él estuvo en bocha de ellos. 

Ya desde el mar podía verse el vapor que emergía a la superficie. Olía a azufre. Llevábamos cascos y máscaras de aire que usabamos de vez en cuando. El aire húmedo hacía arder un poco los ojos y la garganta se volvía áspera, para lo cual, los mismos guías nos dieron caramelos duros.

La verdad que era increíble caminar por ahí, ver brotar una especie de petróleo por algunos lados, borbotones de humo gigantes. Todo el escenario parecía digno de película post-apocalíptica. 

A principios del siglo pasado osaron poner una mina de azufre (tuve que buscar en Wikipedia porque esa parte explicada no la entendí). El resultado: una erupción la hizo volar en pedazos. La última erupción fue a mediados del 2000, la cual provocó que un nuevo cráter apareciera. En toda la isla hay medidores de escala de Richter y detecta como 3000 movimientos al año en diferentes escalas, claro. Usualmente de 1 a 2 (“tranqui”…si se mueve un 0.1 ya me cagué encima). Pusieron, a su vez, un par de cámaras en diferentes partes para monitorear todo. En el papel que firmás de la excursión te hace observaciones sobre qué hacer, o de qué no se hacen responsables en caso de un eventual acontecimiento volcánico. 

Este volcán tiene la característica de expeler piedras de fuego que explotan al chocar contra el suelo. Lo que contaban es que hay dos tipos de volcanes, los q eructan lava y estos, más explosivos. Algo así entendí, quien sepa más al respecto, puede aclararlo mejor.

Esta fue la experiencia en la Isla Blanca.

El lago termal. El agua tiene una textura lechosa. El mar, de hecho, en la orilla presenta la misma característica. Y, obviamente, el isla entera tiene un microclima, tal y como el mar que la rodea.

La fábrica



Los delfines...vieron q era cierto!

Y todavía falta el día 3…pero tipo ná…por ahora sigan recordando al gordo maorí cdo se sientan solos.

PD: Así es...el Chaco y su legado traspasan fronteras....Romi, exigí comisión, es tu heladera también.