miércoles, 23 de septiembre de 2009

Grand Slam

Habíamos quedado con Genaro en jugar al tenis el fin de semana. Algo que habíamos dejado de hacer hace algún tiempo por las desfavorables condiciones climáticas. Auckland, como comenté en otros post, tiene un invierno lluvioso y frío. Principalmente lluvioso. Con una molesta lluvia intermitente. El dicho acá dice: “Si no te gusta el clima, esperá 15 minutos”.

Pero la primavera va ganando terreno y los días son cada vez más soleados. Aunque, para variar, el Sábado amaneció lluvioso y templado luego de una semana a pleno brillo y color. Aún así no perdí esperanzas de poder jugar al día siguiente. Y el Domingo, contradiciendo al amargo Sábado, me despertó con un estridente rayo de sol atravesando mi párpado incidiendo directo en mi pupila.

3:10pm tomé la bicicleta, me abroché el casco y salí hacia las canchas. Llegué 10 minutos antes de la hora pactada (4pm): perfecto, podía precalentar y practicar mi demoledor saque.

Las canchas donde jugamos son públicas, aunque parecen privadas. Es una escuela que dispone de 6 canchas: 2 de cemento y 4 de pasto sintético. Solemos jugar en las de pasto sintético, por nuestra afinidad con Wimbledon…o porque las caídas acarrean menos perjuicios.

Deposité mi bici a un costado. En una de las canchas estaban unos orientales, los cuales agarraban la raqueta casi desde la mitad, corrían destartalados jugando con una pelota que, en vez de amarilla flúo, era marrón añejo. Para colmo uno estaba de jeans y el otro con un conjunto deportivo de nailon conformado por pantalones largos y buzo rompevientos con capucha: el ejemplo a la antítesis deportiva…Faltaba que calzara mocasines

Por otra parte había un papá jugando contra su mujer e hija. La nena debería tener unos 6 años y la raqueta era más grande que ella, la mujer deduje que poseía grandes cualidades culinarias ya que la raqueta la agarraba como una asadera, mientras que el papá, el más experimentado, se destacaba sutilmente del nivel de la nena. Yo entiendo la felicidad de compartir, pero el mal gusto deportivo habría que censurarlo, joder!

Ahí fue donde mi vista se depositó en la cancha al lado de la mía. Dos señoritas, ambas con calzas, y testeando la resistencia de las fibras de sus remeras, corrían de un lado al otro con sus respectivas gorritas haciendo juego y anteojos de sol. Rubias, bien proporcionadas, mejores jugadoras que los orientales y la familia, pero, aún así, sin destacadas característias tenísticas…qué carajo importaba eso, no? Mientras siguieran corriendo acompañando el rebote de la pelota con sus bustos y agachándose a agarrar la pelota del fondo, yo contento.

Fue entonces que, cansado de tanto amateurismo, desenfundé mi raqueta Wilson “Federer Classic”, (entre nos, la más barata q encontré…pero dice Federer, loco, eso ya me pone en otro escalón ante el ojo no experimentado). Mi short azul, rojo y blanco, casualmente haciendo juego con mi raqueta (una malla que me trajo mi viejo de Bolivia…seguro de uno $2.5), mi remera de la selección Brasilera, mi gorra negra con la pipa de Nike (que, de nuevo entre nos, la compré en Cabildo a uno de estos vendedores callejeros por 10 mangos, pero nadie tiene porqué saber que no es original, no?). Pelé tubo de Dunlop Grand Slam nuevito nuevito, todavía cerrado herméticamente. Grand Slam, como el que había ganado Del Potro (Juanma, para los entendidos) en la semana, ni más ni menos. Y no de 3 pelotas, sino de 4. Lo mío no es joda, gilún! Así que agarré la chapita y ejecuté el ritual del tubo nuevo escuchando el tan lindo “psssst!”… “Aaaahh” – suspiré…estaba listo.

Es entonces que voy hasta un extremo de la cancha, dejo 3 de las radiantes pelotitas a mi lado y me posiciono para el saque. Hago rebotar la pelota 2 veces, y cuando iba a ejecutar el servicio, veo que una pelotita de la cancha de al lado viene hacia a mí.

- Sorry! – siento que me dicen.

Levanto la pelotita con la raqueta, alzo la vista triunfal y se la devuelvo a la señorita en cuestión con una sonrisa “winner” mediante:

- No problem. – digo a lo Bond…James Bond.

Totalmente superado, vuelvo a mi posición de ataque.

La pelota vuelve a rebotar 2 veces, la tomo y la pongo junto a la raqueta, miro hacia delante imaginando mi objetivo, me detengo por una milésima de segundo con mi mirada fija en ese contrario imaginario, arrojo la pelota al aire, mi extrema concentración capta no se pierde ningún detalle, como si todo sucediera en cámara lenta: La pelota rota en el aire mientras desprende algunas partículas de arena, y, en una línea recta perfecta, se eleva. Mi mano izquierda la acompaña, mi otro brazo se flexiona y deposita la raqueta en mi nuca, mis ojos siguen la trayectoria de la pelota atentamente. Mi mano izquierda, entonces, alcanza su mayor altura mientras mis piernas comienzan a flexionarse y mi cuerpo se arquea hacia atrás. Mi cabeza se balancea, mi mano aprieta firme el mango y el músculo del brazo se tensiona anunciando la partida del mismo. La aceleración del brazo es directamente proporcional a la convicción del guerrero argento. Escucho el siseo del viento atravesando el encordado. El mango empieza a vibrar por la tensión. Me parece ver de reflejo el marco incandescente como cápsula espacial entrando a órbita. - Mi cuerpo, formando un arco per-fec-to, iba a golpear la pelota con la furia de alguien que sabe. Como Juanma ante Federer, sin piedad, con el vigor de aquellos que son una misma cosa entre la raqueta, la pelota, la cancha y el guerrero. - Mi mandíbula aprieta los dientes, mis seño se frunce y me precipito violentamente hacia adelante…

Alcé mi cabeza con mi cuerpo aún doblado para ver en qué posición letal del cuadrilátero contrario había depositado la bola….no la ví….aunque, calculando la relación potencia/masa concluí que la misma habría tomado una velocidad “tremenda” (hablando en términos científicos). Agudicé mi mirada esperando encontrarla y…nada. Fue ahí cuando una sombra agrandándose me llama la atención en el suelo y miro hacia abajo. No va que la pelotita muy hija de puta me golpea en la sabiola! Me contraje de hombros del susto que me pegué y sentí unas risitas. Miré de refilón a la cancha de al lado y las señoritas se tapaban la boca con la mano. Me paré sacando pecho como el Diego, sin decir nada, y chequeé mi raqueta por posibles desperfectos en el encordado con la esperanza de hallar algún agujero (cosa que no pasó). Entonces lo veo venir a Genaro:

- E, amigao, como fica vocé? – le dije enérgicamente.

Genaro levantó una ceja sorprendido. Y sí…si iba a pasar papelones, que creyeran que era Brasuca, no sea cosa de arruinar la gloria Argenta conseguida por el Juanma, no?

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