sábado, 21 de noviembre de 2009

Batalla contra el tiempo

Es una batalla que asumí como perdida. Todo pasa cada vez más rápido y mientras más disfruto lo que hago menos noción tengo del tiempo. Las horas son apenas un acto reflejo del pensamiento. Lo que antes parecía una eternidad hoy es una despreciable percepción de movimiento. No le tengo tanto resentimiento a la semana, porque es sólo un impás de 5 días que me separan del tan preciado fin de semana. Y un año? Apenas una sucesión de 12 meses.

La infancia es una anécdota que precedió a aquella descarriada adolescencia, que sí, de vez en cuando parece golpear la puerta, pero que ya no le damos permiso de entrar porque estamos ocupados en algo más importante: en tratar de estabilizar nuestras vidas, de una vez por todas, para darle lugar a esa madurez de la que tanto nos hablaron. Pero, por más que querramos, no podemos evitar que a veces se deslice por debajo de la puerta.

Ahora soy yo el que habla de épocas pasadas…y pasadas en décadas! Y por momentos me olvido que fue hace tanto tiempo…y entonces percibo que tengo la edad de mi viejo, cuando ya era mi viejo y era “grande”. Pero que esos 30 inalcanzables me encontraron sin casa, soltero, sin perro, sin hijos y sin ser ingeniero, lo contrario a lo que me imaginaba cuando tenía 10. Lo bueno es que sigue siendo una aventura. Una aventura que creo que es más grande aún de lo que pensaba era una aventura en aquella adolescencia. Una rueda de hechos desconcertantes que empiezan por una decisión: vivir las cosas a mi manera, por más descabellada que parezca, incluso para mi. Ni me interesa saber cómo termina, porque, en definitiva, el final es el mismo para todos. Lo importante (al menos creo hoy) es seguir viendo el mañana como el resplandor de lo vivido. Un nuevo día, incierto, pero que se espera con ese entusiasmo que nace en el estómago y termina en la fascinación de la mirada. Así, entretenido, el tiempo seguirá sacándome ventaja, y un día quizá esté reflexionando lo mismo, 30 años más tarde. 30 años que pasarán en una curva exponencial tan violenta como un salto en paracaídas al vacío. Que por menos registro del tiempo que tenga, y por más cortos que hayan sido los años, me quiero quedar con una sola sensación: Valió la pena.

1 comentario:

Complice de todos dijo...

Creo quew la mejor sensacion del mundo es cuando haces algo y te das cuenta que valio el esfuerzo :)